jueves, 4 de septiembre de 2014

A mi amor platónico.

Ayer estuve un par de horas en una terraza, en un callejon detrás de un museo, con Carlos.

Me dijo que fué el destino. Yo había quedado con alguién que no habia podido salir de una reunión. Y de repente Carlos. Con su sonrisa recientemente perenne.

Me senté a su lado y charlamos de nuestros encuentros casuales a lo largo de nuestras vidas. La primera vez tenía yo 17 años. Me presentaron al poeta, pero lo mire con lo insolencia de la juventud y la ceguera de una lesbiana. Si yo hubiera sido más mayor o él hubiese sido mujer, todo hubiese sido diferente.

Me ha propuesto que pase por su casa. Que charlemos más veces. Pero no puedo, tengo que irme de viaje estos días. Volveré el mes que viene.

Lo miraba pensando que quizás cuando vuelva ya no esté vivo. Pero me engañé. O eso intenté. Le dije que la vida es muy larga y que teníamos toda la vida.

La última vez que lo había visto me prometió un poema. Antes de irme me lo dió. Cogió el boli y lo escribió. Una frase larga en donde cada palabra era una invitación a la reflexión linguistica, de un juego entre su significado y su significante.

Me ha hecho una petición antes de irme. Quiere que a menudo me acuerde de él.

Cuando ya lo hago por hoy y por siempre.

4 comentarios:

  1. Me has hecho leer tres veces el texto y no puedo atar los cabos. Es un ensayo, Sofía?

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    1. Safo es lo que hice el miércoles. Quede con una, no vino. Y en el mismo sitio que quede estaba un poeta llamado Carlos Oroza. Tomamos algo, más bien yo tome algo y el fumaba. Charlamos. Mi fui y quedamos cuando volviese.

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